CLANDESTINO: Todo México en el lugar equivocado

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El pasado domingo 22, mientras distraídamente veíamos por la tele el debate entre los candidatos presidenciales, realizado en el Palacio de Minería de la Ciudad de México, a la misma hora se propagaba la noticia de la cruel muerte de los tres estudiantes de cine de Guadalajara, uno de ellos oriundo de Mexicali. De alguna manera, este  crimen de los estudiantes desnudaba  a los candidatos en sus propuestas contra la violencia y a nosotros nos ponía de golpe ante nuestra brutal realidad. Frente a esa barbarie, a esa violencia sin sentido, a esa máquina de matar mexicanos por los mismos mexicanos, todo lo que ocurre alrededor de los políticos suena a palabrería, a vacuidad, a performance.

Álvaro de Lachica y Bonilla / A los 4 Vientos

No estoy cierto, pero parece que el Cártel Jalisco Nueva Generación es la banda criminal que más ha crecido este sexenio. Arrancaron como “Mata Zetas” al servicio del Cártel de Sinaloa, pero ahora parece que matan todo lo que se mueve. ¿En qué círculo del infierno debería pasar a  la eternidad el tal “Mencho” y sus matachines?

En México ya no hay razones para morir, basta simplemente estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado, para morir violentamente. La causa es cualquiera, el cómo puede ser: desde la severidad del balazo, a la brutalidad del linchamiento… a lo pavoroso de la disolución en ácido.

Todos los protagonistas de la violencia se equivocan. Lo hacen los narcos, el crimen organizado, cuando ‘levantan’ y matan al que no era. Se equivocan las fuerzas armadas o  la Marina, como ocurrió con la familia de Tamaulipas a la que balearon desde un helicóptero. Se equivoca también el pueblo cuando lincha y mata al personaje equivocado, al que no era ladrón, como le pasó a un Consejero Electoral  de Ciudad Serdán,  en el estado de Puebla, hace unos días.

El paisaje nacional es de una violencia brutal, tanto que ya ni siquiera las cifras de homicidios dolosos, robos violentos, extorsiones, alcanzan a reflejarlo. Las estadísticas de la incidencia delictiva sólo normalizan esa brutalidad: cada mes, cada año, es más violento que el anterior. 

No es posible. No puedo ni siquiera imaginar cómo hemos llegado a este punto. Cuando a nuestros jóvenes se les disuelve en ácido, cuando nuestro país está “cocinándose” a si mismo; nos quedamos frente a la pantalla de la computadora diciendo “¡qué terrible!”, nuestra indignación llega hasta ahí. Nuestro sentido político, disconforme y poco objetivo, no piensa más allá de los pleitos en las redes, sí.., también detrás de una computadora. A salvo, en nuestra casa, sin comprometernos realmente, con la ambigüedad que puede dar un meme o un perfil falso. Mientras tanto, nuestro Presidente, antes que dar sus condolencias a los familiares de los jóvenes asesinados, lo hace a los canadienses que viven sus propias tragedias.

Estudiantes protestan en Guadalajara, para demandar justicia por el asesinato de los tres estudiantes de cine. (Foto: DPA/internet/El Clarin)

La forma en que los estudiantes fueron asesinados y finalmente desintegrados es de espanto, pero el contexto es espeluznante. La saña con que tres jóvenes pueden ser impunemente borrados de la faz de la tierra habla de una descomposición social que vivimos, pero lo más grave es que esta tragedia, casi no nos mueve como colectividad. La mala noticia es que hoy sabemos que los jóvenes fueron torturados, asesinados y disueltos en ácido; la peor es que se da en medio de nuestra indiferencia que solo augura más violencia.

A los que nos gusta el cine, todos perdimos un poco. Tres muchachos asesinados, tres almas derretidas en nuestra indolencia, en una guerra absurda, en una incapacidad estúpida de no aceptar que lo que se está haciendo se hace mal. Caníbales inhumanos, que ni los huesos respetan, que no dejan restos ni para llorarlos. Tres aprendices de cine que ensayaban a exorcizar demonios con sus cuentos, Como me gustaría que esto más bien fuera una película de terror. Tres jóvenes que fueron a la cabaña a hacer sus tareas, pero el chamuco los estaba esperando.

Mientras que escribo estas líneas, trato de oír una rolita del rapero-pozolero, que disolvió los cuerpos de estos cineastas en ciernes y que cuenta con más de cien mil suscriptores en YouTube, que arrepentido de su “karma” cantaba: “Ya no aguanto más el karma/ pasa todo lento y parte el alma/ me duele demasiado mi corazón más que nada/ pasan las horas y me sumerjo en la agonía/ yo soy todo el reflejo que presenta la mala vida”…

Imagen de portada: Marcha de protesta, exigencia de justicia ante el asesinato de los tres jóvenes universitarios que fueron secuestrados en Guadalajara, donde estudiaban cine: Salomón Aceves Gastélum, de 25 años y originario de Mexicali (Baja California); Jesús Daniel Díaz, de 20 años y de Los Cabos (Baja California Sur), y Marco Ávalos, de 20 años y de Tepic (Nayarit) Foto: Pablo Salazar Solis/El Heraldo de México.

 


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