CLANDESTINO: A la guerra… sin fusil
Tenemos un cuerpo de médicos y enfermeras listos para enfrentar al Coronavirus, pero su queja es una y solo una: no sienten que tengan suficientes fusiles ni municiones. En el medio hospitalario de nuestras ciudades ha comenzado a haber resquemor en espera de una tragedia que se siente como inminente. El estado mexicano deberá aumentar sin retardo, su gasto en salud a niveles sin precedente. Proteger y equipar a trabajadores de la salud será clave para el éxito.
Álvaro de Lachica y Bonilla/ 4 Vientos
La historia es veleidosa y no conoce de avisos ni reconoce proyectos gubernamentales. Es imposible que el presidente de México contemplara una pandemia como el verdadero parte aguas de su sexenio, la prueba máxima en su oportunidad de gobernar. López Obrador tenía otras prioridades, una transformación que había que poner en marcha desde su política interior, sin importar los vientos de otros problemas. Pero la historia cambió súbitamente. La transformación tendrá que comenzar primero con el resguardo de lo fundamental: la salud de todos nosotros. Nadie en su sano juicio, ni siquiera los verdaderos adversarios del presidente de México, pueden desear que fracase porque ese fracaso significaría la muerte de cientos de miles de personas.
No es nuevo que los médicos mexicanos que trabajamos o hemos trabajado en Instituciones de Salud Pública, enfrentamos a diario, un medio desfavorable. Muchos hospitales ya están rebasados de por sí, aún sin COVID-19. En cierta forma, el médico mexicano está acostumbrado a la precariedad, a tratar enfermos con la menor cantidad posible de recursos. Sin embargo, ahora hay desconfianza. En la “tarjeta de acción para protección de salud” que les hicieron llegar se especifica que para proteger al personal de salud, por cada paciente con COVID-19 se necesita tener 25 batas de manga larga, 25 cubre bocas que cumplan la norma, 50 guantes desechables, no estériles, un equipo de protección ocular y respiradores listos. Hay temor a que no haya suficiente muy pronto.
¿Qué nos espera?
Se prevé que el contagio se extenderá a 250 mil 656 personas, pero sólo 175 mil 459 necesitarán acudir a servicios médicos. De estos casos, se pronostica que 140, 367 recibirán tratamiento ambulatorio, es decir, el 80 % de los pacientes no tendrán que permanecer en un Hospital. Sí esta valoración se cumple, el 14 % –24 mil 564 personas– requerirá de hospitalización y serán 10 mil 528 los que necesiten ingresar a terapia intensiva, con probable utilización de un ventilador; o sea, el 6 %, de acuerdo con el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece).
Para acabarla de amolar, en México, el acceso a la salud está condicionado al estatus laboral: 57 % de la población trabaja en la informalidad y no está inscrita en un sistema de seguridad social formal. Sí se estima que habrá 10 mil 528 personas que necesitarán de hospitalización por la gravedad de los síntomas, pero el país cuenta más o menos con 5 mil 500 ventiladores. Es decir, con esta capacidad instalada, alrededor de 5 mil personas no podrán recibir cuidados intensivos en caso de que los requieran al mismo tiempo. Por eso es indispensable hacer todos los esfuerzos para ampliar la capacidad. Tarde o temprano la hospitalización de los pacientes se tendrá que priorizar en función de las complicaciones de salud y la capacidad de los hospitales. No podemos permitir que el juicio médico tenga que decidir quién ingresa y quién no a la asistencia de un ventilador. La Secretaría de Salud se ha dado cuenta de esto, y delineó un proceso de “reconversión hospitalaria”, mediante el cual se propone transformar escuelas, gimnasios o lugares públicos en hospitales temporales. Pero el tiempo apremia y se debe asignar un presupuesto y movilizar recursos desde ya.
En este brote epidemiológico no hay cabida para acusar a un virus de ser de derecha, conservador o golpista y no hay margen para buscar culpables si las cosas no se hacen como se debe. El Gobierno tiene que coordinar la respuesta médica adecuada con el aparato de salud del Estado y brindarle al esfuerzo el liderazgo político que requiere.