Carta abierta a los señores del dinero
Primero que nada, quiero mandarles un saludo. Afectuoso no. Esa fórmula del saludo afectuoso como que no se me da. Y no es el motivo de esta carta. Quizá tampoco lean esta carta. Aunque vaya a publicarse en un portal de circulación nacional. No sé si lean estos medios para mantenerse informados.
Ramiro Padilla Atondo / 4 Vientos
No es Forbes ni Caras ni Hola. La razón de esta carta más bien es para darles mi punto de vista. Me atrevo a decir que este es un punto de vista compartido por millones de mexicanos. Yo tengo el privilegio de ser publicado, un privilegio del que no goza la mayoría.
No vengo tampoco a darles lecciones de ética ni historia. En los niveles en los que ustedes se manejan, al parecer la ética ha dejado de ser un instrumento válido a la hora de hacer dinero. La culpa no es totalmente suya. Vivimos en un país capitalista muy parecido al de Estados Unidos. Inclusive un sistema capitalista aún más radical. Recuerdo un programa de radio de una estación local de Los Angeles. The John and Ken show. Era un programa cuyo objetivo principal era denostar a los mexicanos, y uno de sus caballos de batalla era decir que nuestro país era uno de políticas socialistas. ¡That socialist country! Le gritaban al auditorio. Eran los tiempos de Ernesto Zedillo, un presidente formado en universidades norteamericanas que dudo haya recibido una clase sobre socialismo en su periplo por aquellos lugares. Por lo regular, ustedes, sus hijos y sus empleados más calificados se preparan en Estados Unidos, y su visión tiende a ser muy parecida a su educación.
Estados Unidos es una corporocracia. Las grandes corporaciones tienen el control total del gobierno. A partir del gobierno de Ronald Reagan las campañas políticas se subastaron al mejor postor. La inequidad se disparó. En nuestro caso, la desigualdad ha sido una constante desde los tiempos de la colonia. Muchos de ustedes han amasado grandes fortunas asociados al poder. Ahora mismo se calcula que la mitad de los nuevos ricos en México son producto de la política. Una verdadera tragedia cuyos números ustedes no desconocen. Son sus beneficiarios. No quiero caer en groseras generalizaciones, los más radicales pertenecen al Concejo Mexicano de Negocios.
La verdadera columna vertebral de un país la conforman las pequeñas y medianas empresas que no están representadas por ustedes, y tienen que enfrentar un sinfín de candados para acceder a contratos gubernamentales. Por supuesto, ustedes tienen todas las facilidades.
Ustedes saben también que el modelo político actual está agotado. El número de pobres ha sido la única constante de todos los gobiernos sean del partido que sean. Tenemos uno de los salarios mínimos más bajos del mundo del cual ustedes se han beneficiado. Tenemos millones de niños en pobreza alimentaria y en algunos casos, sobre todo en la sierra tarahumara, suicidios por hambre. Y esto no puede seguir. Los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón fracasaron de manera espectacular a pesar del bono petrolero que rondó los cuatrocientos mil millones de dólares. Todo eso se fue por el caño y la pobreza se mantuvo. Y ustedes no movieron un dedo. Solo cuando sus intereses se ven afectados reaccionan de manera furibunda lo que los retrata de cuerpo entero.

Imagen: Feudalismo bancario (La historia del día).
Hoy hay una cosa que tenemos bastante clara los mexicanos. Debemos separar el poder político del económico. No se pueden supeditar las decisiones económicas y de crecimiento del país a un grupo minúsculo de empresarios que no representan ni el uno por ciento de la población, pero en cambio, controlan gran parte del producto interno bruto del país.
No creo que deban preocuparse por su posición económica. Podrán seguir esquiando en Aspen, estudiando en Harvard, podrán seguir viviendo en esos fraccionamientos exclusivos a los que nadie puede acceder, seguirán moviéndose en helicópteros y viajando en sus cruceros por el mediterráneo. Ese es asunto de ustedes. Su riqueza está asegurada por muchas generaciones.
Deben también aceptar su parte de responsabilidad en lo que a la seguridad se refiere. La guerra sucia que montaron contra Amlo en el 2006, apoyando a Felipe Calderón, le costó al país más de 200 mil muertos. Y lo hicieron ante el temor de perder privilegios. Y como Poncio Pilatos se lavaron las manos.
De eso hablaba al principio. De un principio ético rector de las decisiones. Hoy que el país no da para más quieren repetir un esquema que ya no funciona. Estamos ante uno de los mayores robos al erario de la historia, y es una responsabilidad que ustedes comparten. Es claro que la violencia que padecemos tiene que ver con los niveles paupérrimos en los que vive la mayoría de la gente. Una escalera social disfuncional a la que muy pocos tienen acceso. Por eso los mexicanos votaremos por un cambio de régimen. Esto no quiere decir que serán excluidos. Significa el inicio de un nuevo pacto social en el que el suelo deberá de manera progresiva emparejarse. Ya no queremos corrupción en la asignación de obra, ni constructoras que como los hongos después de la lluvia nazcan y desaparezcan una vez cumplido su objetivo. Y tendrán que pagar impuestos. Lo justo.
Tampoco se les pide que se mantengan neutrales en las campañas políticas. Se les pide que participen a la luz del día y expongan sus razones. Hay que evitar la puerilidad. Queremos una transformación del país, una nación más justa.

Imagen: Alter Globalización.
Termino por decirles que a pesar de su poder económico y su capacidad de influir en los actores políticos, al final su voto tiene el mismo valor que un indio Tzotzil o un obrero de la maquila del norte. Somos ante todo individuos que queremos vivir en paz.
Lecturas recomendadas:
México en la frontera del caos – Andrés Openheimmer
Mexicanidad y esquizofrenia – Agustín Basave
Por qué fracasan los países – Daron Acemoglu
El fin del poder – Moisés Nahím
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