Baja California se suma al estilo práctico, innovador, espiritual y sustentable de la Arquitectura Emocional
Color, iluminación ambiental, agua, vegetación. Son los factores esenciales que la nueva arquitectura pone a trabajar para que los humanos contemporáneos reactivemos nuestros sentidos y sensaciones.

Ejemplo de Arquitectura Emocional de su principal creador e impulsor, Mathias Goeritz (Blogspot).
Javier Cruz Aguirre / 4 Vientos / Foto destacada: El Nuevo Hospital Psiquiátrico de Slagelse, Dinamarca, de las constructoras GAPS / Karlsson Architects / VLA, ejemplo contemporáneo de la Arquitectura Emocional en el mundo (Der Spiegel)
Son también los elementos de una escuela que se fundó a mediados del siglo pasado en respuesta al funcionalismo en que cayó el diseño habitacional de las grandes urbes. Se denomina “Arquitectura Emocional”.
El espacio social es una de las principales cosas a las que apela la arquitectura emocional. Busca que la gente se sienta parte del lugar, que éste dialogue con la gente y que la gente se apropie de él. Es decir, la máxima de la “instancia sensible”, el reclamo del sentimiento.
El creador, el eje motor de este movimiento fue el pintor, escultor y arquitecto alemán Mathias Goeritz, quien en 1949 se estableció en México en donde enseñó artes plásticas en la universidad de Guadalajara, Jalisco, y diseñó relieves y esculturas de hormigón y acero en el entonces Distrito Federal y sus cercanías.
El ascenso de Goeritz en la arquitectura mexicana fue constante hasta convertirse en consejero y director de un proyecto para el equipo de los juegos olímpicos de octubre de 1968: La Ruta de la Amistad, que lo llevó a la confrontación con el inmenso muralista y comunista David Alfaro Siqueiros, quien lanzó: “No hay más Ruta que la nuestra”.
Antes, en 1953, tras la inauguración del Museo Experimental El Eco, en la ciudad de México, presentó su conocido ‘Manifiesto de Arquitectura Emocional’ en donde detalló el concepto que guiaba su obra y esto lo llevó a ser el precursor de esta corriente.

Uno de los más destacados proyectos generados a raíz de las Olimpiadas Culturales México ’68, es el corredor escultórico más grande del mundo –la RUTA DE LA AMISTAD-, con 17 kilómetros de longitud. En él se encuentran dispuestas 19 estaciones (esculturas) construidas en concreto, que fueron realizadas por artistas de los cinco continentes. Con alturas que van desde los siete hasta los 26 metros de altura, se hizo realidad el proyecto concebido por Mathias Goeritz, con el apoyo del Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez (Foto: Ciudad Viva).
Proclamó: “El arte en general, y naturalmente también la arquitectura, es un reflejo del estado espiritual del hombre en su tiempo. Pero existe la impresión de que el arquitecto moderno, individualizado e intelectual, está exagerando a veces —quizá por haber perdido el contacto estrecho con la comunidad—, al querer destacar demasiado la parte racional de la arquitectura.”
El resultado de esa lógica fue, según Goeritz, que el hombre se sintiese aplastado por tanto “funcionalismo”, por tanta lógica y utilidad dentro de la arquitectura moderna, por lo que buscaba una salida al vivir en espacios grises, sin emociones.
Por lo que propone que la arquitectura y sus medios y materiales modernos eleven el concepto a una “elevación espiritual; simplemente dicho: una emoción, como se la dio en su tiempo la arquitectura de la pirámide, la del templo griego, la de la catedral románica o gótica —o incluso— la del palacio barroco.”
Y puso la cota muy arriba: “Sólo recibiendo de la arquitectura emociones verdaderas, el hombre puede volver a considerarla (a la Arquitectura) como un arte.”
¿Existe en Baja California?
En Baja California, esta innovadora corriente de la arquitectura mundial está forjando espacios urbanísticos y paisajísticos nuevos o rediseñados, en un afán por hacer a las ciudades más amigables para sus habitantes.

Un ejemplo de la Arquitectura Emocional que actualmente se desarrolla en el valle de Guadalupe, Ensenada, sede de la más importante industria vinícola de México (Foto: Revista BREM).
En Tijuana, desde principios de siglo, las tendencias arquitectónicas enfatizan en el paisajismo y el urbanismo. En el segundo segmento arquitectos como René Peralta, por años director de la maestría de paisajismo y urbanismo en Woodbury University en San Diego, propone que “lo importante para construir una ciudad no es crear centros comerciales como micro-destino, sino lograr que la misma ciudad se convierta en un gran centro comercial donde los habitantes se muevan de un lugar a otro y vivan las experiencias de esa ciudad, y no el paquete artificial de un centro comercial.”
Otros, como Pedro García de León, se han enfocado en el interiorismo como “una disciplina que nos ayuda a lograr que un espacio genere una determinada experiencia; y aunque esta disciplina es común en otras ciudades, en Tijuana es una práctica reciente que está tomando mucha fuerza. Una muestra de ello es el interiorismo que se está dando en restaurantes de Tijuana”.
Y en Ensenada, donde la tesis de la Arquitectura Emocional está centrada en la incorporación del paisaje al diseño, fundamentalmente en el valle de Guadalupe con la edificación de hoteles boutique, cavas de vino e infraestructura vinícola usando de manera simbiótica los materiales y sistemas constructivos y culturales de la región, uno de sus representantes es el arquitecto Alejandro Candela.
Al frente de sus empresas Arquikus y TAE (Taller de Arquitectura Emocional), Candela impulsa proyectos como “Cubo Genético”, con el busca crear “una sensación diferente dentro del espacio mediante la utilización recíproca de la acción y la reacción”; es decir la emoción-forma.
“El arquitecto funge como simple interprete, decodificador y re-codificador de la información. Tal vez con más humildad o con menos ego, pero definitivamente con mucha más sensibilidad en la solución de una propuesta célula de la cual se parte para ubicarla en un espacio físico (una calle, una plaza, un parque, un predio, etcétera) y provocar una lectura de contexto en la cual la célula se adapte a la estructura de la ciudad y sus condiciones naturales,” propone como una muestra vigorosa más de la corriente arquitectónica emocional que en Baja California también encontró nido.