Baja California, no “Baja”…mensaje al gobernador Osuna Millán
El término surge del comercialismo y el gobierno no debería prestarse a promoverlo.
Fue Hernán Cortés quien nombró como “California” a la península.
Carlos Lazcano Sahagún/A los Cuatro Vientos*
Con gran malestar me enteré que el Gobierno del Estado pretende iniciar una campaña cuyo nombre es “Yo Soy Baja” y que, según Saúl Castro Verdugo, director del Instituto del Deporte y la Cultura Física del Estado “buscan establecer un vínculo de identidad entre los habitantes de Baja California”, de cara a la Olimpiada Nacional 2013, a realizarse en nuestro estado.
Siento informarle que con ese nombre lo único que se estará logrando es continuar pervirtiendo la identidad de los bajacalifornianos, ya que el término “Baja” no es precisamente un nombre, sino un adjetivo al verdadero nombre de nuestra tierra, que es California.
El término “Baja” surge del comercialismo y, de ningún modo, el Gobierno del Estado debería prestarse a promoverlo. “Yo Soy Baja” es una aberración, lo correcto sería “Yo Soy Baja California”, e históricamente más correcto sería “Yo Soy California”.
Como supongo que usted ignora de dónde viene el nombre de nuestra tierra, enseguida le esbozo su historia, así como la manera en que surgió el término “Baja”.
Casi desde su descubrimiento, en 1533, y hasta ya muy entrada la segunda mitad del siglo XVIII, la península encontrada por Hernán Cortés recibió el nombre de California. Con la navegación de Juan Rodríguez Cabrillo, 1542-1543, el término “California” se extendió más al norte de la península hasta la altura de los paralelos 42 y 43 (a la altura de la frontera entre California y Oregon, en Estados Unidos), e incluso hubo un tiempo que California no tuvo límites hacia el norte y hasta a Alaska se le incluyó.
El nombre empezó a tener cambios cuando los misioneros franciscanos determinaron trasladarse al norte, en 1769, e iniciar en la bahía de San Diego una nueva cadena misional en lo que hoy es el estado de California, en los Estados Unidos.
Para diferenciar estas misiones de las de la península, se decidió nombrar a la zona franciscana, de San Diego al norte, “Nueva” o “Alta” California, y a la parte peninsular, al sur de San Diego, “Antigua” o “Baja” California.
Orden cronológico
La denominación de “Antigua” y “Nueva”, “Alta” y “Baja” era frecuentemente utilizada en el campo misional cuando las provincias de evangelización iban creciendo. “Antigua” y “Nueva” hacía referencia al orden cronológico en que fueron apareciendo las provincias. Así, durante un tiempo, la península recibió el nombre de “Antigua California” porque fue la primera California en ser evangelizada.
Los términos “Baja” y “Alta” hacían alusión a la posición geográfica. “Alta” a la provincia más norteña y “Baja” a la del sur, en alusión a que los paralelos más altos del 32, más o menos, correspondían a la “Alta California”, y los más abajo a la “Baja California”.
Fueron no pocas las provincias religiosas de la Nueva España que fueron divididas de esta manera al ir creciendo, así tenemos a la Baja o Antigua Tarahumara, con su correspondiente Alta Tarahumara, en Chihuahua.
En Sonora se tenía la Baja y la Alta Pimería, en Oaxaca la Mixteca Alta y la Mixteca Baja, y así hay muchos otros ejemplos.
Hubo un tiempo, entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, que se llamó a las dos Californias de manera indistinta “Nueva California” o “Alta California” a la del norte, y “Antigua California” o “Baja California” a la península.
Como ya sabemos, el nombre que perduró para la península fue el de “Baja California”. Ciertamente fue una lástima ya que resulta más hermoso, histórico y evocador el nombre de “Antigua California” que finalmente no prosperó.
Recordemos el famoso libro de Francisco Xavier Clavijero Historia de la Antigua o Baja California, que fue escrito a fines del siglo XVIII cuando aún no se terminaba de definir si “Antigua California” o “Baja California” sería el nuevo nombre para la provincia.
El primero en proponer los nombres de “Alta California” y “Baja California” fue el padre Eusebio Kino, a principios del siglo XVIII, quien en sus exploraciones por el norte peninsular, se dio cuenta de que al expandirse el campo misional en una región tan grande, tarde o temprano tendría que dividirse en más de una provincia.
En ese tiempo el nombre no prosperó porque se frustraron las intenciones de evangelizar el norte.
Al independizarse México, el término “Baja California” ya había predominado, y así se oficializó para la península, y para la California del norte quedó el de “Alta California”.
Cuando en 1848 México perdió la mitad de su territorio ante los Estados Unidos, ahí se incluyó a la provincia de la Alta California, a la que los estadounidenses le devolvieron su nombre original, es decir la nombraron simplemente “California”, que conserva hasta la fecha. La península siguió siendo mexicana y llamándose Baja California.
Fue en este momento que la península debió recobrar su nombre original “California”, ya que no tenía sentido el de “Baja California” por haber perdido la Alta California. Hay quienes dicen que esto traería confusiones, pero yo creo que no, ya que una sería California, México y la otra California, Estados Unidos, situaciones parecidas a esta ocurren en otros países que tienen regiones fronterizas con el mismo nombre.
A partir del año de 1888 el Gobierno Federal dividió a la península en dos entidades políticas independientes, surgiendo los nombres de Baja California Norte y Baja California Sur.
En 1952 la parte norte adquirió la categoría política de Estado de la Federación, su nombre oficial fue “Baja California”. En 1974 la parte sur adquirió la misma categoría y así su denominación oficial fue “Baja California Sur”.
Es decir, la región donde se dio originalmente el nombre de California, es la que más lo oculta. Como un vestigio de que el nombre original de la península era California, al Mar de Cortés también se le conoce como Golfo de California, no Golfo de Baja California.
Fue también en ese momento que se perdió la oportunidad de regresar su nombre original a los nuevos estados de la península, ya que bien se les pudo nombrar como California Norte y California Sur.
Visión seudoturística
Es a partir de la segunda mitad del siglo XX que parece haber una tendencia perversa a querer quitarle el nombre “California” a la península, y a socavar otros elementos importantes de la identidad bajacaliforniana y mexicana, y esto nos viene del otro lado.
Nuestros vecinos del norte siempre han ambicionado la península y en no pocas ocasiones intentaron apoderarse de ella.
A lo largo de más de 150 años quisieron apropiársela a través de guerras, invasiones filibusteras, presiones políticas, concesiones, compra, chantajes, mentiras, y otras maneras muy propias de ellos.
En los últimos años los estadounidenses han tenido importantes avances en esto, y ya se han adueñado de varias regiones de la península, algunas con un valor estratégico innegable, esto gracias a argucias legales y a políticos corruptos y entreguistas.
Tanto en el norte como en el sur peninsular, proyectos e inversiones extranjeras poco a poco van desplazando a los bajacalifornianos. En algunos casos proyectos turísticos de primer nivel, así como inversiones inmobiliarias se van apoderando de las playas, costas y de otros sitios naturales, esto a pesar de que la Constitución de la República lo prohíbe expresamente.
En otros casos, industrias como las regasificadoras y otras, con carácter estratégico, están restando soberanía al país, al mismo tiempo que causan impactos ambientales y culturales de gran magnitud.
Se trata de industrias que responden a intereses muy ajenos a la península y a México, que dejan los beneficios en otras partes, pero los perjuicios aquí se quedan.
El saqueo de la arena de los arroyos, las famosas carreras “Baja 500” y “Baja 1000” son otro tipo de ejemplos de cómo nos dejan los impactos y las ganancias se van. La utilización de la península como traspatio de los Estados Unidos es cada vez más evidente, como igualmente lo es que en Baja California se carece de autoridades que la amen y respondan a los intereses de sus habitantes.
Y es precisamente en aras de un mercantilismo voraz y despiadado que, al parecer, quiere desaparecer el nombre de “California” a la península, para llamarla únicamente “Baja”.
Esta tendencia viene del norte, ya que pareciera que nuestros vecinos quieren tener la exclusiva del nombre “California”, como igualmente lo quieren tener de “América”.
Y no sólo en esto, hay muchos puntos geográficos que los estadounidenses los bautizan con los nombres que ellos quieren, a pesar de que ya tienen sus topónimos mexicanos.
Igual pasa con cierta flora y fauna. El caso más notable es el del “cirio”, uno de los vegetales más emblemáticos de la península, y al que nuestros vecinos insisten en llamar “boojum”, sólo porque uno de ellos se dio cuenta de su existencia hace 80 años, ignorando totalmente que ya desde el siglo XVIII el misionero Fernando Consag lo había registrado y nombrado como hoy lo conocemos los bajacalifornianos.
Al desdibujarse el nombre “California” de la península, estamos perdiendo algo fundamental de nuestras raíces históricas y culturales. Es una especie de secuestro o rapto de una parte importante de nuestra identidad. Los que vivimos en esta tierra no deberíamos permitirlo.
El nombre California nos refiere a la llegada de Hernán Cortés y la incorporación de la península a México; nos refiere a los mitos medievales que fueron el incentivo de la exploración de todo el noroeste de nuestro país; nos refiere a toda esa rica historia con que los españoles fueron fundando nuestras regiones, y que es una de las raíces más fuertes de nuestro ser bajacaliforniano y mexicano.
El término “Baja” refiere a unas carreras de autos que no son tradición mexicana ni bajacaliforniana, ni dan una aportación significativamente positiva; refiere a una visión seudoturística de nuestra península; refiere a la pérdida que estamos sufriendo de nuestra tierra y sus tradiciones y raíces por las concepciones mercantilistas.
Si no hacemos algo por rescatar entre nosotros el nombre California, llegará el día en que toda la península deje ser nuestra. Hay partes que ya no son nuestras, por ejemplo Cabo San Lucas, donde se demuestra que hay sectores de mexicanos en donde el dinero vale más que el patriotismo.
Aquí en Ensenada, y en otras partes del estado, también conocemos casos así.
Para concluir le propongo que promueva ante la autoridad que corresponda (congreso local y federal), que el nombre de nuestro estado sea modificado para que recupere su nominación original “California”, y más aún, que sea una propuesta de los dos estados de la península para que uno se llame “California Norte” y el otro “California Sur”.
“Yo Soy Baja” es una aberración, lo correcto sería “Yo Soy Baja California”, e históricamente más correcto sería “Yo Soy California”