APARADOR: COVID-19, el recordatorio de nuestra humanidad olvidada
Nos estamos percatando de que el distanciamiento físico que médicos y epidemiólogos nos invitan a establecer puede ser necesario para reflexionar acerca de nuestra humanidad. Curiosamente, alejarnos físicamente nos hace ser más unidos.
Alfonso Jiménez / A los 4 Vientos
Nos encontramos viviendo una época de pandemia en la que aparentemente la letalidad del COVID-19 es más baja que en otro tipo de enfermedades, como fue el caso de la gripe española de hace 100 años.
El COVID-19 es un virus que está generando ajustes en nuestro estilo de vida , los formatos de trabajo a los que estamos acostumbrados y en las relaciones que tenemos con los demás, pero sobre todo pone al descubierto aspectos propios de nuestra humanidad.
La pandemia está poniendo en jaque a las instituciones sanitarias, educativas, económicas, entre otras. Nos ha obligado a mantener un distanciamiento físico con los demás, orillado a realizar home office y llevado a mudar las clases presenciales hacia las distintas plataformas digitales.

La crisis provocada por el virus no sólo ha mostrado que la escuela y determinados trabajos no requieren de tantas horas nalga y trabajo presencial forzoso (que es uno de los mitos que más fuerte se sostenía en nuestra cultura mexicana). También nos coloca en una encrucijada respecto a la forma en que nos relacionamos.
El ser humano, el zoon politikón (animal social) de Aristóteles, define parte de su humanidad misma en la relación con el otro. No se trata solo de ser sociable y de relacionarse con los demás, sino que nuestra humanidad está dada en función que estamos con los demás. Por ejemplo: el pensamiento, el idioma, las costumbres y todo lo que a usted y a mí nos define como seres humanos se da gracias a que vivimos y somos a partir del otro. Uno es su historia, sus costumbres, su sociedad y su idioma. Con esta idea, permítame exponer la tesis de esta columna en particular:
Frente a la pandemia actual, chateaba con un buen amigo a través de WhatsApp (manteniendo así la sugerida distancia física) respecto a cómo él soñaba con un mundo humanitario en el cual lo que rigiera nuestras conductas fuera la unidad y no el egoísmo; el bien de todos y el cuidado de nosotros mismos. Esta idea, que me permito resumir como “procurar a otros” es un maravilloso sueño y un gran ideal de humanidad. Al ser un ideal, implica que está alejado de la realidad concreta. En la vida cotidiana¿ tendemos a estar llenos de envidia, buscamos el poder afanosamente, odiamos al prójimo, nos aprovechamos de quienes están en desventaja, mentimos, robamos y podemos llegar a ser realmente viles. Paradójicamente, eso es la humanidad, y no sólo el ideal que mi amigo exponía.
Esta utopía de humanidad con la que mi amigo soñaba es lo que tradicionalmente entendemos como “ser humano”. Sin embargo, el ser humano es también vileza, mentira y necesidad de poder y violencia. Vaya, pensamos en ser justos porque estamos sumidos en la injusticia, deseamos ser amables porque nos encontramos inundados de crueldad, idealizamos la equidad porque vivimos en la desigualdad. De esta forma, el pensamiento de mi amigo —orientado a la procuración de unos y otros— surge debido a que vivimos inmersos en una dinámica indeseable como humanidad.

¿Qué tiene que ver esto con el COVID-19? Nos estamos percatando de que el distanciamiento físico que médicos y epidemiólogos nos invitan a establecer puede ser necesario para reflexionar acerca de nuestra humanidad. Curiosamente, alejarnos físicamente nos hace ser más unidos. Vemos mensajes como: “cuidémonos unos a otros” “no salgamos para evitar exponernos”. Esa es una de las mil paradojas que es posible en el ser humano. Alejarnos resultó la mejor medicina para acercarnos al ideal de humanidad.
Usted y yo, como ejemplares del zoon politikón, empezamos a ver con una claridad importante que dependemos el uno del otro. Mi bienestar y existencia física depende de cómo se cuide usted. Gracias a ésta pandemia caemos en cuenta de la dialéctica humana, en la cual veo que mi ser depende del que está enfrente de mí. El COVID-19 está impactando la estructura capitalista y las políticas laborales, pero sobre todo interviene en nuestra humanidad. Es un claro recordatorio para nosotros sobre la importancia del otro en uno mismo.

El trancazo del COVID-19 en todo el mundo podría ser la cura de nuestra humanidad. No me malentienda, no celebro la enfermedad ni mucho menos la muerte de las personas, sólo me interesa resaltar la manera en que la crisis le está dando una cachetada bien merecida a nuestro egoísmo. Habíamos olvidado que no somos únicamente especímenes del zoon politikón, sino también seres dialécticos. Es decir, yo soy gracias a usted y viceversa. Tenemos una relación inversamente proporcional entre nosotros; mientras más me alejo físicamente del mundo, más cercano me siento a él.
Lo invito a que en medio de esta pandemia no sólo cuide su integridad física y la de sus seres queridos, sino también a reflexionar sobre su humanidad. ¿Qué valor tienen en esta distancia física la envidia, el poder mal utilizado, la mentira, la duda, la ventaja, la violencia y la minimización? Ninguna. El valor de la humanidad es sabernos dependientes del otro, no en una lucha constante. Seguramente superaremos el virus, la pregunta es, ¿lograremos superar lo que somos nosotros como humanidad? Cuide su humanidad, que yo cuidaré la mía, eso beneficiará a todos.
