AL FILO DE LA NAVAJA: Tercera megamarcha en Mexicali. ¿Qué sigue?
En sólo diez días, del 12 al 22 de enero, la capital de Baja California ha experimentado un fenómeno político único en el país, con tres megamarchas pacíficas y la toma de edificios públicos que han puesto a temblar a los gobiernos. Sumadas las tres movilizaciones, salieron a las calles más de 80 mil personas.
Raúl Ramírez Baena* / A los 4 Vientos
Por supuesto que no hablamos de una insurrección popular, por lo que es el momento de negociar demandas realizables, no idealistas ni populistas. Por más radicales que sean las demandas como producto de la catarsis social, los dirigentes de este movimiento tienen que leer políticamente los tiempos y orientar las exigencias para lograr triunfos graduales pero significativos.
No estamos siquiera en los albores de un cambio de sistema. Estamos ante gobiernos puestos y sostenidos por el capital financiero nacional e internacional, cuyos intereses van más allá de las demandas populares. De hecho, si el statu quo se viera amenazado en serio, las autoridades no dudarían en echar mano del aparato policial y militar, que para eso está y para eso arreglan las leyes.
Los gritos populares más fuertes de las megamarchas de ayer en Baja California fueron: ¡Fuera Peña!, ¡Fuera Kiko! (el gobernador Francisco Kiko Vega de la Madrid). Eso es lo que la gente quiere. Y esa demanda está en primer lugar. Bien. Pero si el movimiento quiere dialogar con Kiko Vega como recién lo hizo con Gustavo Sánchez, Presidente Municipal de Mexicali, no puede llegar con la demanda de “Fuera Kiko” por delante, porque difícilmente se sentarán él y sus funcionarios a negociar con los representantes del movimiento.
Un camino viable es presentar un pliego petitorio con demandas que las autoridades estatales puedan cumplir con voluntad política arrancada mediante la presión social, a través de las megamarchas y la fuerza de las redes sociales.
El gobierno estatal no puede evadir la presión social, debe entender que la coyuntura y los tiempos políticos ya cambiaron y que tiene que sentarse a negociar. No hay de otra, a riesgo de que las cosas se tensen más y se salgan de control, lo que a nadie conviene, porque los bloqueos al edificio del gobierno estatal, del Congreso del Estado y de Recaudación de Rentas del Estado continúan.
Kiko Vega y ningún otro político puede apostarle ya a la lógica del control político del partido en el gobierno. Las prácticas políticas y las cuotas de poder comienzan a ceder ante el empuje y la indignación popular. La dinámica de los tiempos ya no son los de antes, ni siquiera los del año pasado. La demagogia tampoco funciona ya.

Miles protestan, pero hace falta liderazgo auténtico y capaz de encauzar la inconformidad social (UniMexicali).
Las elecciones y los usos y costumbres políticos comienzan a dar muestras de desgaste. Los gobernantes y legisladores que emergen de los procesos electorales, que prácticamente se sacan la lotería por los altos ingresos que perciben y los negocios al amparo del poder (por eso son tan peleadas las candidaturas en guerras sucias internas o conseguidas a golpe de dedazo), ya no están legitimados por los elevados costos de los procesos electorales y el financiamiento a los partidos, por la simulación en las campañas y por el bajo porcentaje de sufragios emitidos. En Baja California, sólo la tercera parte de los inscritos en el Padrón Electoral acude a las urnas y, aun así, quienes “ganan” ejercen el control político y económico del aparato gubernamental.
Para lograr la salida de Peña o de Kiko, dado que el movimiento es pacífico, podrían explorarse las vías legales, las cuales no son garantía de éxito con los partidos hegemónicos dominando en el Congreso federal y con un Poder Judicial que no asegura imparcialidad e independencia. Entonces, la salida tendría que darse como en Guatemala: una Comisión Internacional sobre Justicia y Verdad auspiciada por la ONU, manifestaciones masivas, la desobediencia civil y el paro cívico nacional, con una participación clave de la clase trabajadora. ¿Hay condiciones para ello? Por supuesto que en México aún no.
La movilización social en Mexicali comienza a conformar una dirigencia política que conduce el proceso y da coherencia a las demandas, que negocia de tú a tú con las autoridades municipales de Mexicali que han mostrado voluntad política. Es una nueva generación de dirigentes que va ganando experiencia política y que crece rápidamente por lo dinámico del movimiento. A ellos “la asamblea” (una masa heterogénea, volátil, que va y viene a los plantones, a veces negociadora, a veces radical) les ha otorgado una representación con voto de calidad, con autoridad moral.
En el movimiento hay viejos líderes que vienen de luchas sociales anteriores y corrientes políticas radicales de izquierda, puristas, que intentan abanderar el movimiento.
Alrededor están, también, los oportunistas y protagónicos que quieren salir en la foto y conducir las asambleas populares; los radicales desconfiados e inconformes con cualquier acuerdo al que se llegue, que exigen la solución total como si fuera el mandato de “la asamblea”. Otros, quieren ver derrotadas y aplastadas a las autoridades. Por supuesto, no faltan los infiltrados. Todo movimiento social tiene que lidiar con lo anterior y más, así es y así ha sido en todo movimiento que emerge de las bases.
Por ahora, en Baja California, hace falta una figura fuerte y una organización líder que abandere y conduzca estas tareas. Aun así, el proceso va.
* Director de la Comisión Ciudadana de Derechos Humanos del Noroeste; ex procurador de los Derechos Humanos y Protección Ciudadana de Baja California