A Peña Nieto… ¡yo no lo perdono!
A Enrique Peña Nieto yo no lo perdono. ¿Para que rendir cuentas, sí podemos ofrecer disculpas? ¿Por ser un poquito corrupto y bandido?.. “Con espíritu sincero, vengo a pedirles perdón”. Me disculpo porque generalmente siempre hago lo mismo; pero eso sí, ante los límites que marca la ley.
Álvaro de Lachica y Bonilla*/ A los Cuatro Vientos
No obstante, para nosotros, es muy difícil otorgarle nuestro perdón, lo cual es perfectamente comprensible debido a que en nuestro México, han sucedido de manera incesante hechos terribles: asesinatos de estudiantes, periodistas y alcaldes, escándalos de corrupción de usted y de sus funcionarios, airadas huelgas de maestros, la aparición de nuevos cárteles de la droga, choques sangrientos entre los militares y el crimen organizado, linchamientos de criminales locales o de sospechosos por parte de ciudadanos iracundos.
¿Este es al México que hay que pedirle perdón, al que ha convertido en sinónimo de “viva la corrupción y la impunidad”?
¡Qué extraño que pida perdón!, cuando tiene asegurado 30 por ciento de los votos mediante el cultivo de esa proporción del electorado con la política social y el “trabajo” de miles de servidores públicos dedicados en cuerpo y alma no a atender sus funciones, sino a mantener bien atendido el corral por seccionales, mapa electoral en mano.
Como que nadie nos fijamos en esta enormidad de violaciones a derechos laborales, políticos y electorales.
Mejor haría nuestro presidente, en pedir perdón a los pueblos chichimecas o cumiai, para ver cómo apenas sobreviven, o si a los grandes hoteles superlujosos en Cancún o Playa del Carmen, los indígenas hñähñu, wixaritari o mixes, con su economía de subsistencia y defendiéndose como pueden de las grandes inversiones mineras canadienses.

Jesús Zambrano, presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados; Enrique Peña Nieto, presidente de la República Mexicana; y Roberto Gil Zuarth, presidente de la mesa directiva de la Cámara de Senadores; durante la promulgación de las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción el lunes 18 de julio de 2016, en el Palacio Nacional de la Ciudad de México. Foto: Agencia El Universal / Lucía Godínez
Claro que entre nosotros los mexicanos, no existe el consentimiento de perdón, ¿no se da cuenta usted que entre la sociedad mexicana hay indignación, desaliento y también rabia?
Cómo no, usted, el Presidente de la República, ha sido exhibido como dueño de una mansión que no pagaría con su salario ni en cuatro o cinco sexenios. Y lo mismo Miguel Ángel Osorio Chong, su secretario de Gobernación. Y lo mismo Luis Videgaray, su secretario de Hacienda, que han usado el poder político para enriquecerse y no hay poder humano que convenza a los mexicanos de lo contrario.
Y eso es lo muy poco de lo que se sabe. Asimismo, han vuelto al vicio represivo. Además hicieron una “reforma energética” en la que se pusieron en contubernio las compañías más voraces del mundo con los políticos más corruptos del universo.
Por supuesto que la gente no lo perdonamos, porque usted y su justicia mexicana, contaminada por la policía criminal, no tiene credibilidad, por supuesto que estas instituciones son una.
Cómo se atreve a pedirnos perdón, cuando usted es partícipe de que se respire en México un aire de profundo desaliento”.
¿Cómo perdonarlo cuando ha sido incapaz de promover una democracia sólida en que las nuevas generaciones no desconfíen de las instituciones y de la procuración de justicia? ¿Cómo indultarlo de ser causa de esta depresión nacional? ¿Cómo absolverlo de ser promotor de esta zozobra que corroe nuestra vida pública? ¿Cómo eximirlo de culpa por ser origen de la indignación crítica y lúcida sin alimentar la frustración, la amargura y el resentimiento? ¿Cómo le otorgamos nuestro perdón por no detener los ríos de dinero que van del poder al poder y cómo, al menos, vigilar y transparentar mejor esos recursos cuando los contrapoderes no son contrapoderes sino cómplices?
¿Cómo olvidarnos que usted hace poco para apagar la violencia desatada, castigar la impunidad, tapiar la corrupción y cancelar la cultura de la transa y ejercer la cultura del esfuerzo, la templanza, equilibrando mejor ganancia y servicio?
Pareciera que con usted, la democracia política abrió sus puertas, y ha entrado de todo, lo bueno, lo malo y lo peor. Señor Peña Nieto, su “mea culpa”, es, más bien, un intento desesperado por salvar a su gobierno que, por donde se le vea, es insalvable.
A mi juicio y, ciertamente, en un extremo opuesto al suyo, señor, considero que el plan de gobierno de su régimen es: uno, el robo al erario y el saqueo de los recursos nacionales hasta su agotamiento; dos, la mentira sistemática como política de comunicación con todo el mundo, especialmente con sus “gobernados”.
Y, tres, la supresión de los que se oponen a uno y dos.