2 de Octubre, no me olvides: Breve narración de la Matanza de Tlatelolco
El ejército vigila, los estudiantes manifiestan por los altavoces que no cederán ante la represión del gobierno (que va en aumento), y que continuaran la lucha social hasta sus últimas consecuencias. Dos helicópteros sobrevuelan el lugar. Se disparan las primeras bengalas, tiñendo el cielo de rojo sangre que pronto se proyectará por toda la superficie de la tierra.
Iván Gutiérrez* / A los 4 Vientos
Guantes y pañuelos blancos se asoman desde las ventanas de los edificios que rodean a la Plaza de las Tres Culturas, empuñando armas que apuntan con frialdad hacia la multitud congregada debajo de ellos: un grupo de entre 5,000 y 10,000 personas, quienes han asistido al mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelgas (UNAM, IPN, El Colegio de México, etcétera) para decidir las siguiente acciones del movimiento estudiantil. Hay civiles (niños, adultos, obreros), pero en general la mayoría de los presentes son estudiantes.
Es disparada la segunda ola de bengalas, esta vez una roja y una verde: es la señal para que dé inicio la masacre. Los voceros del movimiento estudiantil, ubicados en el tercer piso del edificio Chihuahua, son interceptados por elementos del grupo paramilitar conocido como “Batallón Olimpia”, escuadrón que opera bajo las órdenes directas del presidente Gustavo Díaz Ordaz, y que fue creado con la intención de “salvaguardar la seguridad” de los capitalinos durante las olimpiadas. Semanas atrás serían los responsables de la toma de CU; esta vez, portan guantes y pañuelos blancos.

El Batallón Olimpia fue un escuadrón que operó bajo las órdenes directas del presidente Gustavo Díaz Ordaz, y que fue creado con la intención de “salvaguardar la seguridad” de los capitalinos durante las olimpiadas del 68.
La incertidumbre invade rápidamente a los presentes. Se oye el primer disparo, acompañado del primer grito que se pierde entre el pánico del público, y en menos de lo que tarda un grano de arena en caer por la gravedad, una lluvia de balas comienza a caer sobre los presentes. Disparan desde arriba, disparan desde los costados, disparan desde lo alto. Caen jóvenes muertos y la sangre comienza a escurrir desde los cuerpos desbaratados. “Y el olor de la sangre mojaba el aire, y el olor de la sangre manchaba el aire”, se describirá después en un poema Náhuatl.
El ejército, al no reconocer quienes son los que disparan, responde al fuego iniciando la contraofensiva —sin distinguir entre estudiantes, civiles, niños y mujeres—, liderados por el General José Hernández Toledo. El fuego cruzado dura aproximadamente una hora, provocando centenas de muertos y heridos por todas partes —al final, y tras una lucha por esclarecer los hechos que durará décadas, las cifras “oficiales” ascenderán a un total de entre 200 y 300 muertos, que muchos seguirán multiplicando por decenas más). La lluvia comienza a caer, y la sangre de los muertos se mezcla lentamente con las gotas del cielo. Se ha demostrado una vez más cómo opera el poder cuando es ejercido de forma autoritaria y dictatorial.

Las cifras “oficiales” ascenderán a un total de entre 200 y 300 muertos, que muchos seguirán multiplicando por decenas más
Son detenidos, desnudados, golpeados y torturados más de 2,000 estudiantes, quienes más adelante serán enviados a cárceles de la Ciudad de México o al “Palacio Negro” de Lecumberri. Los líderes del movimiento estudiantil son llevados a cuarteles militares, donde sufrirán interrogatorios y torturas.
Termina la matanza, pero la persecución de los jóvenes continua. Los soldados catean los edificios que circundan la Plaza de las Tres Culturas, buscando estudiantes que se hayan refugiado en los departamentos de los alrededores.
Hay órdenes explícitas de no dejar huellas de la matanza, por lo que el ejército rápidamente corta la luz en un perímetro de varias cuadras, suspende el servicio telefónico, intimida y amenaza a periodistas y fotógrafos, entre otras medidas de censura informativa que llegarán hasta impedir que la prensa acceda a los hospitales donde se encuentran los heridos. Bajo las órdenes del presidente y con la complicidad de los medios de comunicación al servicio del poder, se difunde la idea de que los estudiantes asesinados eran “comunistas y revoltosos”.
Al anochecer, la plaza es limpiada por el cuerpo de bomberos, al mismo tiempo que Jacobo Zabludovsky pronuncia en su noticiero “24 horas” la frase que marcará su carrera y dejará en claro la relación del poder con los medios de comunicación: “hoy fue un día soleado”.

Hay órdenes explícitas de no dejar huellas de la matanza, por lo que el ejército rápidamente corta la luz en un perímetro de varias cuadras, suspende el servicio telefónico, e intimida y amenaza a periodistas y fotógrafos.
Al amanecer, todos los muertos han desaparecido; es probable que hayan sido quemados. Un testigo relatará después que al despertar “la plaza estaba llena de sangre que trataron de cubrir con aserrín”. Diez después dan inicio las “Olimpiadas de la paz”, representadas por palomas blancas arrojadas desde el Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad de México.
Gustavo Días Ordaz, presidente que pasó a la historia y la memoria del pueblo mexicano como un gorila prieto que gobernó con puño de hierro, responsable político de los hechos acontecidos en Tlatelolco el 02 de Octubre de 1968, mantendrá firme hasta el día de su muerte —el 15 de Julio 1979— una postura terca de que “hizo lo correcto”, al grado de señalar a los estudiantes como los culpables, y declarar en una entrevista que “México será el mismo antes y después de Tlatelolco, y lo será, en parte muy importante, por Tlatelolco”, dejando claro con ello que no se arrepientió nunca de haber dado la orden de masacrar a los estudiantes.
Hoy se cumplen 48 años del sangriento 02 de Octubre de 1968, y desde entonces muchas otras fechas y espacios se han llenado de muerte por el abuso del poder —siendo Ayotzinapa el acontecimiento más reciente—. Este domingo salgamos a recordar a nuestros muertos, alcemos el puño una vez más para demandar justicia, y luchemos juntos por construir un México sin estudiantes asesinados.
* Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Baja California. Reportero y articulista de A los 4 Vientos. Interesado en el periodismo de investigación, la literatura, el estudio de las ciencias sociales y el desarrollo político del país.
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