La banalidad del mal
Con respecto a esta afirmación, que el mal es banal, la gran intelectual Hannah Arendt, durante el juicio a Adolf Eichmann, haría un descubrimiento que brinda luz sobre los comportamientos de los seres humanos en determinados contextos.
Ramiro Padilla Atondo/ A los Cuatro Vientos
Para ejemplificar esto, Arendt diría que el criminal nazi no era necesariamente un antisemita. No tenía rasgos psicológicos que lo inclinaran a ser cruel. Este descubrimiento demostró una parte oscura de los humanos. La absoluta falta de empatía ante el sufrimiento ajeno.
Eichmann era un hombre mediocre que encontró en el movimiento nazi la oportunidad para ascender. (cualquier parecido con la realidad mexicana es mera coincidencia) No tenía motivaciones ulteriores. Del juicio al criminal alemán se desprendería el libro Eichmann en Jerusalén.
http://www.book.tubefun4.com/downloads/Eichmann.pdf
Aunque no dejan de sorprender los paralelismos con esta idea que tiene nuestro gobierno de lo que le parece “justo”.
El mal es banal precisamente porque el poder es asimétrico. Aldous Houxley lo explicaría de manera extensiva en Nueva visita a un mundo feliz:
http://www.bsolot.info/wp-content/uploads/2011/02/Huxley_Aldous-Nueva_visita_a_un_mundo_feliz.pdf
La exaltación de los valores patrióticos como elemento cohesionante. ¡Viva México! Se gritaba hace unos momentos. La celebración no podría ser más banal.

El primer “Grito” del presidente Enrique Peña Nieto, en medio de un gran aparato de seguridad policiaca y militar.
Los nazis entendieron el supremo valor de la propaganda. Goebbels haría de esta el principio rector. Dietrich Schwanitz se preguntaría como un país con gente razonablemente inteligente había caído en el embrujo de estos locos que por poco destruyen el mundo.
En nuestros tiempos, el estado nación parece destinado a ser solo un espectador ante esta nueva realidad llamada globalización. Los individuos pierden su razón de ser y se convierten en simples hombres-masa, unificados por la banalidad de la sociedad de consumo.
La banalidad del mal explicada por Arendt, bien parte de un principio rector en la nueva sociedad cuyo valor primordial es el egoísmo. El político se ha convertido en el nuevo depositario de estos antivalores. El sufrimiento y la pérdida de libertades de la sociedad se convierten en un simple mecanismo para arrogarse más poder.
Leer es por tanto prescindible. No existen los lectores en México, porque un lector promedio jamás votaría por los que actualmente detentan el poder. Entraría en contradicción con las intenciones del gobierno.
Ortega y Gasset diría que la labor del intelectual siempre sería la de brindar claridad sobre un asunto, mientras que la labor del político vendría a ser la de levantar una cortina de humo para esconder sus verdaderas intenciones. (La rebelión de las masas). El mal es banal porque se nutre de la mediocridad de sus ponentes. Un narcotraficante detenido y esposado se mira a años luz de la fiereza que se le adjudicaba.
Un político que perdiera de pronto todas sus atribuciones teniendo que ganarse la vida como el resto de los mortales se hundiría en la absoluta mediocridad.
Los tiempos que vienen no serán fáciles. El gobierno ha decidido que necesita un absoluto control. Por eso recibiremos dosis masivas de informaciones contradictorias. La obsolescencia política programada hará que no terminemos de digerir un asunto mientras nos bombardean con otros. Entonces el sistema hará los cambios necesarios sin que podamos evitarlos.
Porque como lo dijo Norberto Bobbio. Vivimos la era de las democracias representativas. No participativas. Y lo trágico del caso es que ni siquiera nos representan.
Representan la banalidad del gobierno.