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1. Un proyecto transformador de la vida social no podrá cristalizar y ni siquiera encaminarse con los partidos actuales de la llamada izquierda, por la simple razón de que a sus burocracias dirigentes les estorba dicho proyecto, ya que frenaría el carrusel de candidaturas y cargos del que se han apropiado a fin de preservar y ampliar sus intereses personales y de grupo.
Eduardo Cervantes Díaz Lombardo*
- Es innegable el riesgo de la burocratización del nuevo partido, de la repetición de la traumática experiencia del PRD, pues el riel electoral suele provocar descarrilamientos y extravíos. Semejante acechanza exige la formulación y la práctica de un partido distinto a todos los anteriores, sólo igual a sí mismo por su capacidad para construirse con creatividad y con un sólido anclaje ético y moral.
- Una cultura política basada en los principios y las convicciones no se establece por decreto; por el contrario, sólo puede ser fruto de una conciencia colectiva sobre su necesidad, junto con una práctica perseverante que la confirme a cada paso. Por ello, un postulado central del proyecto alternativo de nación enarbolado en la reciente campaña presidencial plantea la necesidad de la revolución de las conciencias, en el sentido de una regeneración ética en la sociedad y en el partido.
- Sobra decir que este sendero será accidentado y lleno de obstáculos. De entrada –como antes se decía–, la vida electoral y los triunfos comiciales forjaron burocracias partidistas conservadoras y ambiciosas, proclives a la corrupción y alejadas completamente del ideal moral y del proyecto de transformación de la realidad social.
- Pero más que eso. La longeva hegemonía priista permeó a la sociedad mexicana y edificó una cultura política avasalladora que fatalmente se reprodujo en los partidos de izquierda y, en mayor o menor grado, también en las organizaciones sociales de oposición. En el reino de la necesidad, las legiones de clientes políticos sustituyeron a las militancias conscientes, generando las condiciones propicias para el burocratismo y el abandono de los principios.
- El riesgo de la burocratización de Morena está presente, y más vale que esto se tome muy en serio, pues los lamentos posteriores de nada servirían. De entrada, será indispensable contar con espacios estables de organización y participación de los militantes y de la base social del nuevo partido, ajenos a cualquier cálculo de clientela política. De ello dependerá la calidad democrática de la organización, la forma como se procesen y tomen las decisiones y el escrutinio colectivo de los órganos de dirección y de sus integrantes. El antídoto contra la discrecionalidad de los líderes es la existencia de una base organizada y actuante, terreno fértil además para la rendición de cuentas y la revocación del mandato.
Deberá existir un proceso permanente de formación política, entendido y asumido como un derecho de todos. No hay mejor instrumento que el educativo para propiciar el desarrollo de la conciencia, elevar la calidad interpretativa de la realidad social, introyectar el valor del conocimiento y del pensamiento crítico, motivar y generar vínculos de respeto y solidaridad. Sostenida en el empleo de una metodología participativa, la formación política deberá jugar un papel estelar en la construcción de Morena en su nueva etapa.
- Es un falso problema situar como excluyentes al movimiento y al partido. El asunto en todo caso es que el partido tenga también la naturaleza de movimiento, posibilidad cierta en caso de que posea la capacidad de acompañar su propuesta programática con la movilización de sus miembros y simpatizantes. Asimismo, el partido deberá asumir el compromiso de apoyar la lucha social y sus demandas, así como la de abrir sus espacios electorales a los mejores representantes de la sociedad civil.
- Otro aspecto sustancial de un partido distinto pasa por la edificación de su identidad, lo que implica ir más lejos del actual pegamiento unitario de Morena, que es el carisma y el liderazgo de López Obrador, convertidos en un patrimonio sentimental por millones de seguidores, buena parte de los cuales elevan la confianza en el líder político a un nivel casi religioso.
- Junto con tal fervor, es indispensable que la militancia y la base social de Morena se apropien gradualmente del proyecto de transformación de México, abarcando en ello la asimilación de una memoria enraizada en las mejores tradiciones culturales y de lucha del pueblo mexicano, de una propuesta programática y de gobierno y de una utopía compartida de lo que queremos para nuestro país.
- Sembrar, con la idea de ir forjando una nueva escala de valores en la sociedad y en el partido, es una demanda ética insoslayable, sin la cual será imposible superar la siniestra disgregación social provocada por la imposición ideológica del capitalismo salvaje que padecemos y por la nefasta cultura política heredada de la dominación priista.
- Son muchos los retos y las acechanzas de Morena en la nueva etapa por la que decidió transitar. Sin duda, la moneda está en el aire y su giro es enigmático, pero también es cierto que sin un partido de nuevo tipo la llama de la esperanza en el renacimiento de México podría extinguirse por quién sabe cuánto tiempo.
*Eduardo Cervantes Díaz, Coordinador del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en la capital de la República.