Senadoras y Senadores de Hillary en México. Premio a la idea más estúpida
Pocas ocasiones los senadores habían aprovechado una ocasión para hacer el ridículo en forma tan premeditada. Hasta parece como si se hubieran tomado el tiempo de pensar en la noche anterior en cómo hacer un papelón y hayan atinado a la idea de salir al pleno con las camisetas de apoyo a Hillary Clinton; fue precisamente lo que hicieron las senadoras Mariana Gómez del Campo (PAN), Hilda Flores (PRI) y Dolores Padierna (PRD) y el senador Zoé Robledo (PRD).
Alfredo García Galindo/ A los 4 Vientos/ Foto: Cuartoscuro
De hecho ni siquiera son necesarias las apelaciones al patriotismo para coincidir con que la foto es digna del premio a la idea más estúpida del año; lo que aterra de ello es el extremo de la pretenciosidad y de la chabacanería con la que estos servidores públicos ejercen su encargo. La oportunidad de apoyar su puesto como legisladores para hacer pronunciamientos propios de estadistas en lo que se refiere a la elección en Estados Unidos, la cambiaron por la opción de comportarse con la misma frivolidad de un fan cuyo sueño es conocer al cantante de pop que admira.

Más allá de que cualquiera sabe que a los políticos estadounidenses poco les importa lo que piensen los mexicanos, estos senadores ignoran (lo que sería preocupante) o no les importa (lo que sería aún peor) que Clinton representa a ese sector militarista y reaccionario que pretende seguir ejerciendo la geopolítica del puño de hierro que históricamente los Estados Unidos han practicado. De hecho, echar en México al vuelo las campanas de la simpatía por un personaje semejante sólo debería ser propio de quienes únicamente leen revistas del corazón o de aquellos que perciben las cosas de la política igualmente de importantes que el fútbol.

Ahora, que si por fin sí tomamos el asunto por el lado del valor patrio, es decir, de la respetable sensibilidad que muchos mexicanos aún guardan a sus instituciones -como en este caso, el pleno del legislativo-, la insolencia del acto de nuevo emerge.
No se necesitan demasiadas luces para concluir que un senador tiene un deber con la sensatez para que sus actos públicos no se presten a malos entendidos, por ejemplo, el de que experimenta un apego poco saludable por otro país al grado de hacer propaganda por uno de sus políticos.
En definitiva el atroz exabrupto de estas senadoras sólo deja en claro dos posibilidades: o el poder les ha enfermado tanto el criterio que no atinaron a la obviedad de que provocarían el escándalo de la semana o, de plano, ofender la inteligencia de los mexicanos les tiene perfectamente sin cuidado.
Por una u otra razón, los políticos mexicanos siguen dando muestras a gritos de cuán lejos están de los ciudadanos de a pie; son adalides de la ligereza y la fantochada, lo cual se han cansado de demostrar no sólo con detalles de este calibre sino con la escandalosa ineptitud de su papel, como puede demostrarse con esta crisis de todos los órdenes que a diario atestiguamos y de los cuales ellos son los principales promotores.

En fin, de nuevo los legisladores mexicanos nos demuestran que el ejercicio de sus delicadas responsabilidades lo llevan a cabo con el embrutecimiento propio de juniors envilecidos por el dinero y las drogas.